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Invertir, un verbo que significa cómo atender las emociones en el mercado

Es un asunto común traer a la cabeza la idea de inventarse un negocio cuando en ocasiones hay recursos o excedentes disponibles. Y a veces también aparece la idea de invertir.

Y es común también preguntarse el qué, omitiendo dos interrogantes clave: cómo invertir en el mercado financiero y para qué hacerlo.

Siempre hay sueños, expectativas, un viaje, un posgrado, unas vacaciones a un destino exótico, un año sabático. Y en todo caso, se anhela poseer una estabilidad para poder vivir con dignidad y sin afugias una etapa como la vejez.

Pero no se cuenta con la bolita de cristal para saber qué va a pasar y cómo afrontar ese por venir. En esencia, la razón de peso para invertir no es otra distinta a pensarse el largo plazo.

Claro es que el ahorro puede ser un primer paso para ello. Sin embargo, la necesidad perenne de bienestar de los seres humanos puede superar la capacidad de ahorro, por lo que resulta necesario invertir con el fin de generar mayores réditos. Es allí cuando el tema se torna complejo.

Invertir en el mercado financiero, un asunto de emociones

Muchas son las variables que pesan en el tema de la inversión. Estas van desde el conocimiento del mercado hasta el autoconocimiento, pasando por creencias o sesgos, hasta cómo es la dinámica del ecosistema de inversión y quiénes son sus actores y el rol que juegan.

El tema podría ser un asunto de ‘googlear’, si no fuera porque, aunque no lo parezca, la dinámica de los mercados está atada a las emociones.

Eventos corrientes, como el hecho de que algunas acciones del mercado se disparen (euforia/júbilo) o caigan (miedo/temor) por una opinión o reacción de alguna personalidad con el rótulo de ‘influencer’, dan cuenta de ello.

El hecho, que parece tener más impacto por la incidencia del entorno digital, es motivo de análisis de lo que se denomina finanzas conductuales: cómo las emociones y comportamientos afectan las decisiones financieras.

Por tanto, ¿cómo poder anticiparse a dicha emocionalidad en las decisiones financieras?; y sobre todo, ¿cómo manejar las propias emociones para esas decisiones?, es trascendental.

Aunque nadie sabe qué pueden hacer estas celebridades, para fortuna de quienes se sienten seducidos por el mundo de la inversión existe el análisis técnico. A través de este, que se vale de gráficos, se interpretan los indicadores y las oscilaciones de los activos para prever momentos de compra o venta para ganar o para no perder más. Esa lectura da pistas sobre cómo invertir en el mercado financiero.

Los 3 perfiles de inversionista

Cada persona tiene necesidades, expectativas e información distinta. Ello se traduce en una configuración o confirmación de sesgos, que son los que inciden en las decisiones financieras.

En general existen tres tipos de inversionistas, que en todo caso están presentes dentro del mundo institucional (el de las entidades de inversión), así como el de las personas que desconocen los intríngulis de este ámbito.

Los perfiles son conservador, moderado y arriesgado.

La caracterización del inversionista conservador es -típicamente- de quien invierte un 90 % en activos de menor riesgo, como pueden ser los de renta fija a corto plazo.

Alguien de perfil conservador puede invertir en activos completamente conservadores y jugar con una participación en renta variable, desde que su capacidad emocional lo permita.

El perfil moderado, de quien se mueve de forma más o menos equitativa con activos de menor riesgo y de mayor riesgo (derivados, divisas, entre otros).

Y el perfil de alto riesgo, opuesto al conservador en la misma medida (90/10).

El docente del CESA Juan Cardona Llano, experto en trading y director de financiación de seguros SURA Colombia, conceptúa que esta radiografía no es una camisa de fuerza que se ajuste numéricamente a ese patrón. Y añade que los inversionistas, de acuerdo a sus condiciones de recursos particulares, pueden llevar a moverse por todo el espectro del riesgo y la variabilidad de las rentas de activos.

“Una persona no necesariamente está atada a un perfil. Hoy puede ser de perfil conservador, pero a medida que incrementa su capital, patrimonio o tenga nuevos recursos, puede perfectamente migrar al otro extremo”, aclara.

Sesgos y las tres trampas en las que se cae a la hora de invertir

Otra de las variables de peso en la ecuación son los llamados sesgos y efectos.

En concepto de Juan Cardona, estos se pueden crear o reafirmar -y ser determinantes en mayor o menor grado- según la información o desinformación que se maneje.

Sin embargo, subraya que los sesgos no son positivos o negativos. Como en la jurisprudencia, cuando se establecer una teoría del caso (hipótesis), lo que cuenta son los argumentos sólidos que permitan confirmar una creencia para tomar determinada decisión financiera.

Así, en el sesgo de confirmación se toman las decisiones según las creencias propias.

En el sesgo o efecto manada, las decisiones terminan mediadas por la decisión de la mayoría, lo cual se convierte en la primera de las tres trampas en las que se cae a la hora de invertir. “Invierto porque una mayoría lo hizo, y no por tener argumentos para ello. Una vez más la emocionalidad se pone por encima de la razón”.

Una segunda trampa es el retorno a la media. En finanzas, hay una “esperanza” de que un activo retorne a su media, o como se ha movido en su histórico. No obstante, esto no siempre sucede.

Y una tercera trampa es el efecto precedencia. De acuerdo a como ha sucedido en el pasado, el cerebro se configura en automático según el evento ocurrido; esto es, si hubo un resultado positivo, se asume que este se repetirá. Igualmente, se dará por hecho un resultado adverso, si en el pasado fue desfavorable.

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